¿Quién defiende los derechos de la vejez en tiempos de pandemia?

Por Marina Caivano*

Sobre la base de lo sucedido con la internación de mi padre en el Hospital Local de Pehuajó hace una semana, por un cuadro de anorexia, comparto estas reflexiones sin ánimo de atacar al establecimiento público ni a sus dirigentes pero para impulsar a una mayor conciencia sobre ciertos temas.

En primer lugar, es imprescindible debatir sobre los beneficios y perjuicios del Protocolo de Aislamiento que está vigente en el nosocomio. En el caso de mi padre, un paciente frágil y dependiente de cuidado constante, nadie lo había informado previamente sobre el aislamiento obligatorio que sufriría como condición para ser admitido en el hospital.

A las hijas tampoco se nos había informado sobre esa condición que se aplica a todos los pacientes que solicitan internación (aunque no tengan síntomas). En el transcurso de su aislamiento sorpresivo, mi padre sufrió una caída y frío, como él mismo nos relató. Además de consecuencias psicológicas de estrés y desprotección dañinas para un paciente con avanzada edad.

En segundo lugar, cabe destacar, que mi padre despertó el día 10 de marzo a las 4 de la madrugada con principios de asfixia por neumonía (que contrajo en su internación) y desde ese momento se diagnosticó su etapa terminal. Desde ese momento hasta aproximadamente las 8 y media de la mañana, padeció sufrimientos insoportables para los que no se le proveyó respirador ni sedación paliativa hasta la llegada de un profesional responsable y humanitario que tomó la decisión. Además, fue separado de sus familiares.

Entre los médicos y médicas que acudieron a nuestro llamado desesperado durante esas largas horas de ahogo, no olvidaré a la doctora que me explicó con fastidio que “los pacientes añosos no reciben respirador ni intubación porque no la resisten…”.

En estos casos, es importante saber que nuestro país cuenta con normativa para proteger los derechos de nuestros adultos mayores. La República Argentina ha ratificado la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos por Ley 27.360. La misma establece, en uno de sus artículos, la obligatoriedad de “asegurar que la información que se brinde sea adecuada, clara y oportuna” con respecto a garantizar el derecho de la persona mayor a brindar consentimiento libre e informado en el ámbito de la Salud. Si esto se cumpliera, no se podría someter a los pacientes a un aislamiento sin aviso previo.

El marco legal argentino también prevé que debe promoverse que los pacientes mayores internados en una institución de salud, especialmente aquellos frágiles, estén acompañados por un/a cuidador/a. Pese a un amplio marco legal sobre derechos de la vejez en Argentina y una amplia tradición de salud pública, resulta que en el contexto de pandemia, recurrir a los hospitales públicos puede significar para las personas mayores el peligro de convertirse en “rehenes” de un sistema hospitalario que destrata.

El “fin” de prevenir contagios de COVID no justifica el “medio” de aplicar protocolos de aislamiento compulsivo en personas mayores ni otras decisiones sanitarias que han sido concebidas sin tener en cuenta los mecanismos de protección diferenciales propios del colectivo de personas mayores.

Acompañamiento humanizado en el final

“Debe procurarse que los pacientes en quienes se decida limitar el esfuerzo terapéutico reciban cuidados paliativos, es decir, tratamiento para el control de síntomas para un fin de vida sin sufrimiento. En dichos casos debe facilitarse la comunicación con sus seres queridos previo a una eventual sedación.”-aclara la normativa a la que adhiere nuestro país. Así es que “una buena muerte” es la muerte sin dolor y sin otros síntomas mal controlados y que cuenta con la compañía de familia o amigos.

Por otra parte, se denomina viejismos a los estereotipos y toda forma de discriminación sistemática contra las personas mayores. Es repudiable entonces, toda referencia al adulto mayor como seres descartables o prescindibles y toda falta de acción preventiva o terapéutica en ese sentido (“pacientes añosos”).

Es hora de pensar en los derechos de las personas mayores, replantearnos el valor de la vida humana en su ciclo completo y en cada día; “honrar la vida” y transformar nuestras significaciones de la vejez.

*Marina Caivano es periodista, comunicadora social, militante feminista y colaboradora de El Argentino.

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